martes, 12 de julio de 2011

Poesía cubana actual: Mitos, Viajes y emplazamiento medieval. Raúl Tápanes López.

La lectura e interpretación de la poesía –y de la escritura en general- teniendo en cuenta su entorno ideológico, social y político, es un hábito enraizado en la cultura cubana. Este hecho, que tantas veces transcurre inadvertido para los extranjeros y que ha sido causante de tropiezos en los más nobles propósitos de estudio y divulgación de la poesía insular contemporánea, está corroborado por críticos y poetas actuales2 y fue casi brutalmente enunciado por un profundo conocedor de lo cubano hace más de medio siglo:
Hacer cultura es entre nosotros, como siempre, un modo de hacer política; hacer política es también, hoy más que nunca, un modo de hacer cultura3.
Ignorar ese frágil y a veces doloroso vínculo es imposible para quien pretenda realizar un análisis certero de la poesía cubana. Entiéndase entonces que partimos de un concepto social y político de la poesía, pero comprendida la política como un concepto general, no coyuntural, por cuanto somos poetas y no políticos de profesión.
A partir del cambio político de 1959 se acentúa aún más la significación social de la poesía en Cuba Pero aún cuando en la segunda mitad del siglo pasado esa excepcional incidencia de la poesía se mantuvo, hoy ese papel ha sido relegado. ¿Qué encuentran los poetas cubanos de las últimas décadas del siglo XX? A juicio, que compartimos, de León de la Hoz:
Hallan la presencia desoladora de la poesía conversacional conducida a la crisis por los poetas de los 70: un discurso dominante en total decadencia saturando los concursos, los medios de comunicación, las editoriales y las asociaciones de escritores, con el agravante de que este discurso era identificado como un discurso de política cultural4.
Una ruptura más o menos profunda con el coloquialismo es apreciable únicamente a partir de los años 80, cuando ya en muchos países ha caído en desuso. Las razones de la tardía llegada de nuevas corrientes están dadas no sólo por la presión de la política cultural del Estado, sino también por la aceptación del coloquialismo como ideal estético por muchos creadores.
El conversacionalismo cubano de los 60 (...) decayó cuando, como ocurre con toda poética, se prolongó más allá de su impulso .
Así, de la poesía casi totalmente coloquialista de los años 60 y 70, poesía de exaltación y deslumbramiento, que tenía como objetivo último reflejar el entorno social y contribuir a los presupuestos políticos-ideológicos del Estado, poética por ende de la vida y hombre comunes, refractaria por naturaleza a la retórica, al hermetismo, a la mística, etc., se pasa a un discurso nuevo en que la duda, la introspección y en general nuevas búsquedas, van marcando la impronta de otras generaciones.
Una nueva hornada que cuestiona y/o reacomoda los maltrechos lazos del coloquialismo llega en la mano de jóvenes valores como Aramís Quintero, José Pérez Olivares, Soleida Ríos, Angel Escobar y Raúl Hernández Novás entre otros; estos dos últimos se suicidarían en la década del 90. Hernández Novás, aunque coetáneo de la generación de El Caimán, no comienza a publicar –muy poco- hasta después del famoso quinquenio gris7. Considerado por muchos el más destacado de los poetas cubanos después de 1959, es el más desgarrado, profundo y renovador entre ellos.
Las vidas de Raúl Hernández Novás (1948-1993), Ángel Escobar (1957-1996) y Luis Marimón (1951-1995), tienen una similitud que va más allá de sus cronologías y se refleja en sus poéticas, en sus estrechas relaciones vida-escritura. Sucesos que, además, sancionan la tesis de mito y persecución enunciada por Arenas, cada uno perseguido por sus particulares espectros (sus propios mitos): Hernández Novás por su gris existencia y sus inclinaciones autodestructivas, Marimón por su alcoholismo y rechazo a las convenciones sociales, Escobar por su esquizofrenia. Los tres incomprendidos por sus contemporáneos, rechazados y hasta hoy poco reconocidos. Hasta intentaron el viaje como forma de evasión (Marimón) o de realización (Escobar), y terminaron en la autodestrucción, en el suicidio, cada uno por su propia vía: Novás en el disparo aliviador, Escobar en el salto al vacío, Marimón en el fondo mortal de una botella.
Los poetas actuales se abocan a todos los caminos y se diseminan por una gama de variantes más amplia que la de sus predecesores. Hay varias características muy marcadas y destacables en la poesía cubana actual.Hasta los creadores que cultivaron el coloquialismo en las décadas pasadas, se adhieren a una de las dos tendencias prevalecientes, la renovación de las formas clásicas y la intensificación metafórica8. El regreso a los valores clásicos propicia el resurgimiento de la rima y hasta una cierta resurrección del hermetismo lezamiano, no obstante ser el culto a la imagen la tendencia dominante.
Emblemáticas antologías marcan lo más destacado de la poesía cubana en los últimos años: con la antología Retrato de Grupo (1989)9 irrumpen en el panorama cultural los poetas del 90: Carlos A. Alfonso, Sigfredo Ariel, Víctor Fowler, Emilio García Montiel, Antonio José Ponte, Jorge Iglesias.
Con la irrupción del Proyecto Diáspora(s) de escritura alternativa  por primera vez un grupo de poetas busca un lenguaje diferente al establecido como modelo entre el agora y la ecclecsia, y logra trascender al plano nacional e incluso más allá de sus fronteras. El grupo compuesto entre otros, por Rolando Sánchez Mejía, Rogelio Sanders, Pedro Márquez de Armas, Ricardo Pérez y Carlos Alberto Aguilera, presenta credenciales con la antología Dossier. 26 nuevos poetas cubanos. Mapa imaginario10
Desde fuera de la isla (de nuevo el viaje, a veces sólo de ida) Poesía en época de derrumbes de Daniuska González, cubana en Venezuela y La Isla en su tinta (2000) del habanero Francisco Morán Lull, desde la Universidad de Georgetown, intentan y en gran medida logran romper la univocidad y estatiticidad del discurso poético predominante. La Isla..., por ejemplo, reúne autores de todas las épocas, de dentro y fuera de la isla, en cuatro secciones identificadas con el nombre de poemas esenciales: La más fermosa (I), Al partir (II), Tengo (III) y Palma negra (IV), en las que se agrupan textos que reflejan el paraíso insular, los sentimientos de lejanía, exilio, destierro, la poética revolucionaria iniciada en 1959, etc.
Por el contrario de lo que podría esperarse, la eclosión originada por la obsolencia del coloquialismo y una mayor apertura a estéticas y temas antes prohibidos, no ha marcado una diferencia tan pronunciada como para hablar de verdaderas rupturas y/o renovaciones. A la distancia del tiempo las nuevas voces no han logrado tampoco erigirse en la continuidad de los grandes nombres de los años 30-50.
La poesía cubana actual está más cerca, a pesar de las apariencias formales, de la poesía española contemporánea, que de la que se hace en el resto del mundo. Es tan diferente de la que se hace en el resto de los países latinoamericanos como lo fue siempre de la poesía de Evtushenko o Mayakovski. Mientras el crítico Alvaro Salvador advierte en la poesía hispanoamericana una marcada identificación entre el proceso de renovación –en muchos casos subversión- poética y la militancia y el activismo político11, por primera vez en los últimos tiempos es apreciable en Cuba una notable disminución del interés hacia los temas de contenido político, por el contrario de lo que sucede en muchos países latinoamericanos, donde la poesía social y fuertemente ideologizada de Benedetti, Gelman o Ernesto Cardenal tiene numerosos seguidores, tan recientes como, en el caso de Chile, Nicanor Parra, Oscar Hahn o Raúl Zurita. En esos mismos países –no así en España-, el regreso a las formas tradicionales de versificación, métrica, etc, es visto por poetas y críticos como una suerte de vertiente reaccionaria del arte poético.
Para los nuevos escritores el compromiso político y social de la poética de los años 70 es algo ya devaluado, pasado de moda. La nueva poesía cubana ha renunciado a ser un instrumento de utilidad ideológica, lo que ha contribuido, junto a otros factores, a la progresiva pérdida de la significación social que antes tuviera. Aunque existen corrientes dispares en su seno, la narrativa ha ido mayoritariamente asumiendo un rol de alto contenido político y cuestionamiento social en tanto la poesía se ha replegado del espacio público a la intimidad y prefiere desentenderse de temas cuyo tratamiento constituyó toda una tradición durant6e diversas épocas.
Un fenómeno nuevo, consecuencia directa de los desaciertos heredados por la poesía cubana actual, es la abundante referencia a la cultura clásica. Los exergos, la utilización de citas textules, referencias en el discurso, etc, de los valores culturales reconocidos parecen ser una cuestión vital. Este fenómeno, también experimentado en España cuando los novísimos apostaron por incorporar a la poesía lo que no se habían permitido antes –el conocido hiperculturalismo-, es ligado por algunos ensayistas, en el caso cubano, a la necesidad intrínseca de abrir ventanas al mundo, de recuperar su puesto en la cultura universal. Pero en parte de la poesía publicada en la isla en los últimos años no es más que un ornamento, una variante del arte por el arte.
La poesía cubana ha perdido –desde hace tiempo, y aún no recupera- su relación con lo universal. Por presiones ajenas a la poesía que han gravitado excesivamente sobre aquella la poética  se ha replegado sobre sí misma sin lograr la expresión propia y válida de los últimos dü majores: Lezama, la Loynaz, Eliseo Diego. Como en los años 20-30 presenta –perdido su brillo propio- una palpable influencia de los poetas españoles y norteamericanos. La huella de los clásicos se ha diluido, al igual que la del realismo socialista de los años 60-70.
Algunos críticos ven la poesía nuestra actual paralizada en dos campos o tendencias (quizás fuera más acertado decir un amplio campo y una cierta tendencia): el corpus-Norma y el corpus-Desvío (W. Dorta). De cualquier manera la tendencia desviacionista, iconoclasta, de ruptura, es aún incipiente y dispersa, aislada en sus escasas cotas conquistadas. Algunos críticos hablan, incluso, de una ruptura radical (Víctor Fowler) que casi nadie aprecia. Unos hablan de post-novísimos y post-coloquialismo (Jorge Luis Arcos), otros de conversacionalismo esencial (Walfrido Dorta), otros de renacimiento épico (Fredo Arias) y hasta de autismo y poesía dispersa (Arturo Arango). Nadie entiende mucho, porque nosotros mismo nos conocemos poco. La particular situación económica y social vivida por la isla en 1990-95 marcó su huella en la poesía, cicatriz que aún perdura: Tengo mi psicatriz y recuerdo a Novás..., escribió Angel Escobar, otro de los blasfematorios poetas cubanos recientes en Cuando salí de La Habana (¡Otra vez el viaje!).
La dificultad en la transportación –es decir, la imposibilidad del viaje más común-, los problemas en la comunicación y difusión cultural, convirtieron la isla en un archipiélago de emplazamientos medievales. La paralización primero, y la fragmentación después del proceso editorial, junto al alto precio de los libros y los reducidos tirajes, han traido como consecuencia el desconocimiento mutuo, la pérdida de visibilidad del conjunto. Poco se sabe en la capital de lo que se hace en provincias y poco llega a aquellas a través de las escasas publicaciones nacionales, controladas además por los ejecutores de la poética oficialmente reconocida. Señalan, discretamente, los estudiosos:
¿Podemos hablar entonces de la existencia de una nueva poesía cubana cuya presencia es aún inadvertida? ¿Qué habrá en ella, secreto y eterno, que yo no vea, no pueda ver ni hacer ver a los demás, y que la defina con precisión?
El coloquialismo no ha muerto del todo. Aún, y es de esperar que por cierto tiempo todavía, los nuevos poetas no logren escapar de su lastre totalmente. En definitiva el coloquialismo ha sido y será la tendencia predominante en la poesía cubana de la segunda mitad de la psada centuria. La poesía nuestra está lastrada por infinidad de trampas mentales, desde la lamentable caída en el realismo socialista hasta los excesos intelectuales de una poesía por y para consagrados que se muerden las colas en un interminable círculo de decadente incoherencia. La nueva poesía cubana, al menos en lo que se publica en la isla, es decir, en la poética oficial, no se deja ver. Sólo existe una voz vieja que pretende ser nueva. Son textos bien resueltos, muy bien escritos pero desde una maquinalidad absoluta, expresión falta de espíritu, de vuelo, un parnasianismo demodé.
Una maquinalidad absoluta –a decir de Rolando Sánchez Mejía- que transita desde las canciones de Silvio Rodríguez hasta la saturación de representaciones teorizantes. La poesía cubana actual está perseguida por sus propios mitos, sus aciertos y desaciertos, su pasado y el entorno socio-político que para ella resulta ineludible. Su ritmo está prefigurado por el amplio campo de los patrones estéticos impuestos por la política cultural, y la tendencia –inhata a la poesía misma- de subvertir dichos patrones.

tomado del blog Cuba Underground.

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