viernes, 29 de julio de 2011

La Cita



Como un dilema a punto de resolver muevo mis pensamientos en cascada. Los ordeno sin mayor prisa que darles un orden de aparición. Espero a la calma que viene con la reflexión. Moldeo el yeso de las ideas y armo todo el andamiaje discursivo.
Pero no digo nada, no ofrezco idea alguna . Entrampo el vocablo y deformo la expresión. Ofrezco la parte rimbombante y peyorativa. Adorno con una significativa ilusión de lenguaje pulcro, matizado de esos aromas falsos que nos venden en tiendas baratas, para ahuyentar los olores desagradables del trajinar diario. 
La camisa sudada polvoriento el cuello, brillosa la piel de la cara, bañado de sudor en las axilas, el cuerpo pide tregua. Sentada en el extremo de una banca. Ligeramente distraída, ni ajena a mi llegada , ni aludida.
Mece sus ojos enormes de pestañas puntiagudas. Negras pesadillas postizas con que se transforma el rostro. Da, a primera impresión, la idea que se esconde de algún personaje siniestro que la estuviera persiguiendo. No suda, su olor penetrante a perfume caro me indica que no todo es falso en ese instante. Bien hecha, su figura de mujer me ignora, mientras paso sin más arte que un despistado no encontrar hacia donde me dirijo.
Si es la que busco, no encuentro la señal acordada, si yo, la camisa la tuve que cambiar a ultima hora. Ahora me observa  de pasada. Veo atentamente su mirada escrutadora. Será. Soy acaso. Hola. Hola. María. Juan. Miramos al unísono los relojes, nerviosos nos reímos. Pedro. Olivia. No todo está perdido.

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