sábado, 28 de noviembre de 2009

Caballero andante.

De tanto soñar con ser caballero andante, te has vuelto uno de ellos. Del viaje que inicias, compañero mío, la vida misma llena de ilusiones al margen de las cosas que creemos imposibles Al fin los molinos son reales y Dulcinea una rosa que pones en el ojal y danzas para ella. El cielo llora por celebrar alguna cuestión que ignoro Los trazos en la tela son de oro y entonces los dibuja tu sonrisa Sigues estando ahí, a la diestra de la espera que aguijona penetrando el alma. Enfrascado en entuertos que la vida pone a ríos, a todos, de alguna forma. De tanto pintar Quijotes te convertiste en ellos y tu avatar de cielo azul y blancos cadmios, se fue enredando en madeja sublime de oscuro nubarron, de ceja descompuesta, en epitafio desconocido. Todo el asombro del mundo tiene un precio. Los ojos tibios de una niña, la ultima proeza del sentido, un beso dado en el tiempo. Oscuridad que aguarda al fondo del camino, como un duende de la mano a través del solitario mundo de las sombras Ataviado de encanto imperceptible un lienzo bajo el brazo, solo quien no te conociera ignora. Enmudece mi mañana, que estalla en gotas de roció, mientras afuera el invierno te recuerda.

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