lunes, 8 de agosto de 2011

Vedado . Raúl Hernández Novás. cubano



"No mires hacia el cielo, que es vedado. 
No abras tu voz a las vísceras del viento.
No abras tu corazón a los elementos
       combatientes.

No mires a la tierra, que es vedado.
No te inclines a recoger un fruto
ni quieras extender las sábanas del lecho
hasta el horizonte."

Iban a ser altos y felices,
iban a dejar el monte convertido en estatuas,
en estatuas de la dicha,
pero ahí estaba el "es vedado" respirando,
brillando como anuncio luminoso,
como señal de tránsito, de muerte.

Alto. Venid a mí. Estaba soñando y de pronto
despierta, llenando el horizonte,
cae como hojas viejas, se eterniza.
Vedado el jardín donde nadie goza,
donde nadie puede arrancar un fruto y comerlo,
solamente cantar hasta extenuarse,
¿cantar qué, cuando caen los brazos y la voz,
y vuelve a brillar el "es vedado"?

"Es vedado. Es vedado."

Inclinarse hacia el río para ver el rostro.
Alzar los brazos a las estrellas como frutas.
Tocar con una rama la ternura de un
    pájaro dormido.
Encontrar en el río huevecillos y en la
    orilla pequeñas codornices.
Asesinar el sueño, bañarse en el sol.
Reir el sol con toda la dicha.
Dar la respiración como un tesoro a un niño.
Aceptar la existencia del lobo y de la oveja.
Hacer brillar entre dos frentes, como una 
    mariposa, el "te comprendo".
Compartir un corazón, un pan que ha sangrado mucho.
Dar el anciano báculo de la confianza.
Asistir al sereno nacimiento de las 
    estrellas, de los síes, de las espinas, 
    de las espigas, de los siempres.

"¿Es vedado dejar crecer el árbol,
contar los años, los anillos del árbol como 
       monedas? 
¿Es vedado inclinarse a recoger un fruto,
bajo el peso de un fruto,
como una rama, como un anciano? 
¿Es vedado nombrar la alegría de un niño,
traspasar con miradas el umbral del
       horizonte,
abrir el corazón a la estrella, la cabeza
       a la fuente, la mirada
a un montón de cosas renuevas,
       verdecidas?" 

Como un bofetón brutal al que traía un
       juguete entre las manos
y sólo perseguía el brillo anciano de la
       lluvia en la hierba,
vuelve a brillar la interdicción como
       sábanas mordidas
y el corazón pequeño se pierde entre las
       aguas
sin barco de papel, sin gigante bueno,
       sin gigante.

Nadie pudo tocar el acuerdo feliz y
       quedaron los ojos desunidos
porque entre las ruidosas luces de la
       ciudad de nadie
volvió a brillar el " es vedado".

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