jueves, 31 de marzo de 2011

Cuando los recuerdos vuelven

                                   Dedicado a todos mis hermanos yucatecos.


Las mañanas nunca me gustaron para caminar, no tienen la melancolía de las tardes. la luz se lanza sobre mi  espalda y proyecta la sombra hacia delante de modo que vamos tras ella persiguiéndola donde quiera que se mueve. En las tardes no la veo, sencillamente la olvido y no me preocupa que alguien entretenido la pise o cruce sobre ella. Al bajar un poco el sol, la brisa empieza a soplar del mar hacia la tierra y  ceden los arboles al vaivén discreto del viento. El sudor se enfría en la piel y produce una agradable sensación de frescor. A esas horas en muchos lugares los comerciantes van regresando a sus labores vespertinas, después de haber comido y dormido una pequeña siesta que los ayuda a la segunda jornada del día.

 Extraño caminar pasadas las seis de la tarde por la calle 60 rumbo al remate de Montejo, en la Ciudad Blanca de Mérida.

Entre las características típicas de los yucatecos está, como un privilegio, la facilidad que poseen para relacionarse con cualquier tipo de personas, sin que les importe mucho lugar de origen o idioma, acostumbrados como están a ver grupos de turistas pasear constantemente por sus calles , cuando se indaga por una dirección te acompañan dos calles , dándote indicaciones sepan o no hacia que lugar uno se dirige, ellos en su afán de ser amables , pueden decir cualquier calle o colonia, con tal seguridad que quién no conoce la idiosincrasia local se pierde si no vuelve a preguntar unos pasos más adelante. sin embargo la confianza que inspiran hace que uno se pierda a gusto y retome el rumbo entendiendo que todo se debe a un exceso de amabilidad y buena voluntad.

Por eso prefiero caminar en las tardes, cuando el calor amaina, y los recuerdos afloran.

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