Y es que vivimos inmersos en la cultura de lo fácil. Se empieza por cosas sin aparente importancia, y se llega a banalizar todo. No hay más que ver un rato los anuncios de la TV. ¿Tiene usted pesadez de estómago después de una pantagruélica comida? No importa, aquí tiene este producto, esta pastilla, que se lo soluciona. Pero... ¿no sería mejor comer un poco menos? No, eso requiere dominio de sí. Mejor dejarse llevar, y después "solucionarlo" con una pastillita.
¿Ha bebido usted demasiado la noche anterior, y ahora no para de devolver y la cabeza le da vueltas? Pastillita. ¿Tiene usted poco pecho y se siente acomplejada? Tetas de plastico. ¿Está usted demasiado gordo, tiene problemas de tensión y de colesterol? ¡Para que va a hacer usted ejercicio! No, por Dios, que eso cansa mucho. Mejor tómese estas pastillitas.
Y así con todos los órdenes de la vida. No hay que hacer nada que requiera un mínimo esfuerzo y cierto dominio de uno mismo. ¿Para qué esforzarse, si se puede triunfar sin dar un palo al agua? Pero al final, tenemos las consecuencias: una sociedad blandiblú, una sociedad comodona que sólo reacciona cuando le tocan el bolsillo, una sociedad que asesina a sus hijos antes de nacer y pretende matar a sus mayores y a sus enfermos porque dan demasiado trabajo, una sociedad que fomenta todo aquello de lo que después se escandaliza. Una sociedad enferma terminal, inmersa en una brutal crisis de valores y de identidad que no sabe a dónde va. Así terminó el Imperio Romano, y a esa misma decadencia nos dirigimos en Occidente a pasos agigantados. ¿Se ha quedado embarazada? Pues que aborte...
tomado de la página española http://alerusan.blogspot.com
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