Del silencio vengo
inexpresivo
audaz
vengo del polvo y de la tierra
de enterrar a un muerto vengo y aún lo lloro
porque pudo más la muerte que mis manos
En silencio hablo de los muertos, que las manos
no pudieron retener
esforzados en clamar al cielo el perdón de culpas
no expiadas
En la comezón de la conciencia
se propone un poco de locura para alzar del piso de la morgue
los pedazos de mentiras que han caído
Vengo enfundado en la misma historia que les cuento
con alma de asistir
al pesado manuscrito de las culpas
en acecho de los pocos adecuados
para ofrecer perdón
Ante el pecho se dilata la estrofa mal cantada
de un himno que ya muchos dan por olvidado
Es al muerto el respeto que se debe, el último asistente
que ha quedado
Afuera la noche agoniza sin remedio
para la negociante
de ilusiones
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