Hay una demanda atroz de palabras sin importar mucho los cimientos sin preocupar cuanto estarán en la palestra si son bienvenidas u olvidadas si el destierro caerá sobre ellas como una lluvia acida que lo borra todo un fuego de infiernos anticipados corriendo desnudos por las salas de antaño liberados de los prejuicios para poder llenar de besos los rincones más apartados del alma donde no llegan los consuelos y el amor se resguarda de las posibles agresiones los que amanecieron tendidos viendo un techo distinto y abofetearon el aire con impaciencia y hastió si fueron tocados por la suerte de no seguir a la espera cansados de verter ilusiones al saco de la historia y ver pasar los años sin rastro de cambios siempre ansiosos de un momento que no llegará al menos como desean porque la vida no es un programa ni es cosa de componendas y refritos siendo hecha a voluntad de Dios y dejada en manos de los hombres que la dislocan con sus envidias y sus ambiciones medular forma de destruir lo que iba yendo en un buen sentido hasta que a alguien se le ocurrió adueñarse de todo y pretender suplir al altísimo desde su milimétrica altura humana.
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