Ante el vasto espacio del abierto cielo, la multitud de labios suspiran presurosos. Dejará el camino libre de impurezas la súbita caída de la pluma. Al verse reflejada su belleza el temor se hará eco del espejo. Duele en su pecho de águila, que guarda el celaje de su pueblo, la doliente ofrenda de la amada. Más los dioses bajo el vidrio aguardan saciarse de su belleza. Cuanta novia sin futuro entregada al sacrificio. El acto hace danzar los pies de los que lloran. Entregados a la euforia olvidan el desgarro de la herida. La calma anuncia el fin de la tormenta. Al borde del círculo los ojos no pueden contenerse.
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