Si amaneciera con la mente en
blanco, en un estado de amnesia total. Sin poder recordar desde
el dónde estoy, tan común de las películas o novelas, hasta el angustiante: ¿Quién
soy?
Ese quién soy, que no sé descubrir y al
que debo ir conformando con las nuevas estructuras que personas cercanas,
intentaran ir ofreciendo, para ayudarme a recordar al que fui consciente y
que aunque no recuerde, sigo siendo.
Sin embargo al no saber, seré el que la
gente diga que soy. Y tendré que aceptar la manera en que el tiempo ha ido
armando en otros este yo que hoy se ha borrado en mí.
La mente insertará nuevos recuerdos, donde
hubo y han quedado bloqueados y destinados al olvido.
Los amigos superaran el trauma original y
me atosigaran de imágenes de infancia o adolescencia, los tan
conocidos, cuando entramos a la secundaria éramos así o de tal manera.
La esposa se acercará a nosotros como
siempre y tendremos esa angustia lógica de no saber qué hacer en
tales casos, el abrazo y el beso, la enamoro, conquisto de nuevo.
Con la identidad alterada en lo más
profundo de su psiquis ensayaré una suerte de construir nuevamente,
desde el punto actual.
Tendrá la mente que aceptar que no hay
recuerdos y empezar a vivir solo el presente.
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