Ayer
estuvo en San Luis Potosí, Söderberg, el poeta y traductor sueco.
Hablaron
largamente de él en su presencia. Típica costumbre de esta tierra. Donde abruman
al público entre largos y tediosos currículos y
discursos solemnes y aburridos.
Para
cuando el poeta pudo hacer uso de la palabra ya se había roto el hielo y el
encanto.
Sin
embargo al escuchar leer sus poemas en un castellano bastante fluido, sin
ese duro acento escandinavo, los pocos asistentes, y digo pocos, por la calurosa
bienvenida que San Luis Potosí siempre otorga en la naturaleza amistosa de sus
eruditos y poetas, a cuanto escritor viene de fuera, recompuso la magia.
No
se extrañaron las caras que nunca van a los recitales de poesía. A no ser que
sean los propios.
El
corum fue aceptable y posiblemente dudo que el poeta tenga pensado traducir el trabajo de alguien del patio, cosa por supuesto, que habría contado con la
distinguida figura en primera plana.
Fue
extraordinario escuchar a un hombre que viene de tan lejos y preferencia
nuestro terruño, con un mensaje literario cargado de filosofía y sencillez, que
ríe y bromea de manera salvadora. Y goza al parecer de excelente y juvenil
salud.
Con
una cabellera de nieve y una camisa negra, sorteo las preguntas y afirmaciones
de los invitados de nuestro pueblo, que demuestran su aprecio con mayor dignidad
que los supuestos pares del gremio.
Ah!
Que bellos versos dichos en nuestra lengua, sin necesidad de traductores u otro
tipo de recursos.
Solo
su imagen pulcra, sencilla de juglar moderno.
Me
hubiera gustado escuchar anécdotas de su relación con otros personajes de las
letras con los que ha tenido interación.
Quedé con la pena de no poder adquirir su libro. En otra ocasión será. El mundo es
grande y tal vez un día lo escuche de nuevo.
En
un instante rompió el paradigma que se tiene de regiones tan distantes a México.
Un
agradecimiento al Ayuntamiento de la Capital por invitar a tan prestigioso
poeta. Valió la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario