A veces sucede que se pierde el rumbo. Devora el camino el impulso de hacer. Sin saber si nos requiere, como una fuerza que nos nace de donde nadie, ni nosotros mismos podemos comprender, la estruendosa rompiente de la barrera. Se mira hacia el barranco sin temor al vértigo.
La marea ha dejado en la orilla la ilusión de una jornada agotadora. Sin embargo todo ha sido imaginado. No se ha ido más allá del límite impuesto por el desconocimiento del mundo. Al despertar sobre las sábanas, el olor a limpio surge como una ofensa. El beso que se desea no ha llegado.
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