La mirada se deja llevar hacia la comisura de los labios
que no por su abandono dejan de ser
Sin brillo
Abandonados
Secos de sonrisa y lustre
Mordidos alguna vez por las pasiones
Por la rabia
La tozudez del encuentro
Semidesnudos en los muros que la noche mantiene en penumbras
un quejido deshace un silencio
no pasan advertidos los defectos
Afuera todo abismo y silencio
un espejo de humo desprovisto de marco solemne
Donde la belleza errática se conforma con verse los niños jamás voltean
Todo el camino he ido contando flores amarillas
Los muertos no tienen gusto
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